La presencia de la filosofía en la educación

Los estudios filosóficos en el actual sistema educativo: de la LOMCE a la LOMLOE

La LOMCE (Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa), aprobada en 2013 e impulsada por el ministro Ignacio Wert, mermó enormemente la presencia de la filosofía en el sistema educativo español. Historia de la Filosofía dejó de ser obligatoria en 2º de Bachillerato en el currículo estatal, al tiempo que la asignatura de Ética de 4º de la ESO fue suprimida. Aparecieron, en compensación, una asignatura optativa en 4º de la ESO y una asignatura denominada Valores Éticos, con una carga lectiva de una hora semanal, que era la alternativa a la asignatura de Religión.

En la práctica, esto supuso que la mayoría del alumnado pasase por la educación obligatoria sin haber cursado en ningún momento alguna asignatura específica de filosofía, por más que se pudiese argüir que los contenidos filosóficos están necesariamente disueltos en otras materias. Que la filosofía esté presente soterradamente en otras disciplinas, y que, desde la concepción que sostengo de la misma, cualquier saber categorial entraña (siquiera de forma espontánea) una dimensión reflexiva filosófica, no implica que su papel e interés pueda ser reconocible para el alumnado o la sociedad de no enseñarse como tal. Más aún, el hecho de que la única asignatura presente en la educación obligatoria fuera un mero espejo de la religión confesional, que en este ordenamiento educativo era evaluable y computaba para la nota media, llevaba a asentar una percepción social de la reflexión ética y la filosofía moral como una alternativa doctrinal dirigida a ateos y agnósticos, en vez de un análisis del cuerpo de ideas articulado en torno a la persona, en tanto que sujeto de derechos y deberes capaz de desplegar cursos de acción. La ética como el sustitutivo de los que no tienen fe o una fe laica, identificada con una suerte de retórica moralista, en vez de una crítica de las ideas morales engarzadas en la realidad histórico-política.

En lo tocante al Bachillerato, las comunidades autónomas tendieron, en general, a usar sus competencias en materia curricular para mantener la obligatoriedad de la Historia de la Filosofía en las diversas modalidades. Eso permitió paliar los efectos más nocivos de la ley educativa a la hora de desarbolar la presencia de la filosofía en el sistema escolar.

Con todas las críticas que pueden formularse sobre la nueva ley educativa, Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, cuyos cambios curriculares empiezan a surtir efecto en el curso académico 2022-2023, lo cierto es que la Filosofía ha recuperado su estatus en los estudios de Bachillerato, volviendo a ser obligatoria en ambos cursos de la etapa y en todas sus modalidades. En lo relativo en la ESO, se establece la obligatoriedad de que el alumnado curse durante el ciclo una asignatura de Valores Éticos, en la que han de figurar contenidos relativos a la reflexión ética junto con la igualdad de género, inclusión, política medioambiental. Pero esta asignatura no se asigna a 4º de la ESO, sino que las comunidades autónomas pueden desplazarla a cualquier curso de la ESO.

Cabe discutir si esta asignatura es realmente un restablecimiento de la antigua asignatura de Ética o si, más bien, su temario recuerda a la Educación para la Ciudadanía de la época de Rodríguez Zapatero. Y ello no es baladí, pues si la Ética como disciplina está revestida de la condición de reflexión crítica sobre las ideas morales, apoyada en la psicología, la sociología o la teoría política, el rótulo de Valores Éticos arrastra una connotación de catecismo laico, donde los valores se presuponen como una dogmática. No pretendo con ello dar carta de naturaleza a quienes, apelando a la libertad de expresión, buscan poner en solfa el derecho a no ser discriminado por razones de raza o género, o normalizar posiciones xenófobas u homófobas. Pero el ejercicio filosófico no puede restringirse a recitar el ordenamiento constitucional o glosar las recomendaciones de la ONU, sino que ha de regresar sobre sus fundamentos, reconstruirlos y recorrer su trama conceptual y su despliegue histórico.

Naturalmente que en el ejercicio de su libertad de cátedra el profesorado está, en general, capacitado para aprovechar las posibilidades de las diferentes asignaturas; pero, mientras que una asignatura formalmente denominada Ética no sería cuestionada, por entenderse que es una parte de la tradición de la filosofía moral, la denominación Valores Éticos da pie a los partidos de la derecha a cuestionar la pertinencia de tal materia, apelando al anatema del adoctrinamiento y a la intromisión en la libertad de los padres para transmitir una determinada educación moral a sus vástagos. No me resisto a introducir aquí una pequeña digresión. Y es que el sistema educativo no puede sino adoctrinar a determinado nivel. Mientras que las asignaturas de carácter científico-técnico, en general, no son objeto de controversia, salvo para determinadas sectas que no aceptan la evolución biológica o pretenden defender la literalidad de los textos bíblicos, no ocurre así con las del ámbito humanístico y de ciencias sociales y, sobre todo, con la inspiración de las leyes educativas y los valores que éstas tratan de promover. Se suele sobreentender que las asignaturas científicas tienen un carácter objetivo, derivado de sus bases observacionales o de los teoremas en que se apoyan sus verdades y leyes; aunque se derivan de ellas implicaciones ontológicas y cuestiones de índole epistemológica. Pero en las ciencias sociales se suscitan cuestiones que remueven la forma de comprender los procesos sociales y las bases antropológicas. Es difícil explicar la historia de ningún periodo, en especial aquellos que inciden en heridas sociales, sin comprometerse con algún enfoque metodológico e interpretación.

En cuanto a los valores presentes en el sistema educativo, los colectivos conservadores tienden a considerar que hay siempre una tentativa de entrometerse en la potestad de los padres para educar a los hijos según su criterio. Ahora bien, hay una serie de principios doctrinales e ideológicos que forman parte del suelo constitucional en que se asientan los regímenes demo-liberales y los Estados sociales. Se trata de elementos que se derivan de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de los derechos fundamentales reconocidos por el ordenamiento constitucional, que vienen a constituir una suerte de mínimo común que han de respetar las diferentes opciones de pensamiento toleradas en la arena pública, y que han de fundamentar el propio sistema educativo. Se puede decir que tales principios doctrinales, como la igualdad racial, la libertad de opción sexual o la no discriminación, revisten un carácter neutral; entendiendo que la neutralidad nunca puede ser absoluta, pues siempre hay una base de asunciones ideológicas, sino relativa a unos principios compartidos.

Uno de los propósitos del sistema educativo, que atañe a los contenidos filosóficos y también a los contenidos transversales, es capacitar al alumnado para el ejercicio de la ciudadanía; ello puede llevar a una tensión con el ámbito familiar, pues la potestad de los padres para decidir sobre la inspiración de la educación que reciben sus hijos no puede coartar los derechos fundamentales de éstos en lo que atañe a cuestiones como sus opciones sexuales, ni tampoco aislarlos del conocimiento de elementos dispuestos en el currículo educativo.

Retomando el tema de este artículo, hay que recordar que en octubre de 2018 hubo un amplio acuerdo parlamentario en torno a la necesidad de restablecer los estudios filosóficos en los institutos, plasmado en la aprobación de una proposición no de ley en la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados, con el apoyo de PP, CS, PSOE y UP, para que la filosofía se estudiase en un ciclo formativo de 3 años: un curso en 4º de ESO, restituyendo Ética, y en los dos años de Bachillerato. Como ya he comentado, la LOMLOE cumple ese acuerdo en Bachillerato, pero no restablece como tal la Ética de 4º, sino que fija la obligatoriedad de estudios éticos en cualquier curso de la ESO. Además, la Filosofía optativa de 4º de la ESO deja de estar en la ley estatal, aunque las comunidades autónomas han optado por mantenerla en su oferta regional. La Red Española de Filosofía, integrada por decanatos de las facultades de filosofía, investigadores del CSIC y asociaciones de filosofía de toda España, que llevó a cabo numerosas acciones reivindicativas contra la LOMCE y por el restablecimiento de las materias filosóficas en Enseñanza Media, manifestó su decepción con la LOMLOE. La reivindicación de crear un ciclo estructurado de estudios filosóficos entre la enseñanza secundaria y el bachillerato, recogida en sede parlamentaria, sólo fue respetada a medias. Desde esta asociación se venía reclamando que se asegurase que la presencia de los estudios relacionados con la filosofía se impartiese desde los departamentos de Filosofía, por personal cualificado en estos estudios y con una presencia y carga lectiva acorde a la importancia de la materia. Y es que no deja de ser un contrasentido que las leyes educativas recojan asiduamente en sus exposiciones de motivos la pretensión de una formación integral y el fomento del pensamiento crítico y procedan, después, a laminar aquellas materias que, justamente, están enfocadas en la reflexión crítica sobre los contenidos del presente.

 

¿Qué es la Filosofía?

Abordar el porqué la filosofía debe tener presencia en el sistema educativo, más allá de un puro interés gremial de los licenciados o graduados en filosofía, obliga a explicitar qué se entiende por Filosofía. Me acogeré para ello a la obra ¿Qué es la Filosofía? de Gustavo Bueno, en la que justamente se abordaba el papel de la filosofía en la educación.

Debemos empezar sentando que el sistema educativo pretende la capacitación tanto en asignaturas científicas como humanísticas, a fin de dotar al alumnado de unos elementos imprescindibles para proseguir los estudios en aras de la cualificación laboral, así como progresar en el desarrollo de la personalidad y la capacidad para una comprensión global de la realidad, integrando la dimensión cognitiva, la afectiva y la axiológica. Y es precisamente en torno a esta función de integración de estos tres aspectos, donde la filosofía cobra su interés en el ámbito educativo.

Pero debe tenerse en cuenta que hay diferentes sentidos posibles que pueden dársele a la filosofía, diferentes formas de entender esta disciplina que deben considerarse como un sistema dialéctico de alternativas. Por de pronto, la contraposición, siguiendo a Bueno, entre filosofías exentas y filosofías implantadas o inmersas. Las primeras se remiten a un plano intemporal, donde reposaría la naturaleza del ser, algún arcano espiritual o un cuerpo de ideas que se configura más allá de la realidad histórico-social. También cabe entender como filosofías exentas aquellas que se limitan a la re-exposición histórica de la tradición filosófica, sin integrarla con otras materias ni conectarla con las problemáticas del presente.

Las filosofías implantadas o inmersas interpretan la filosofía como un cuerpo de cuestiones engranadas en los ritmos del presente y del desarrollo social, histórico-político y técnico. Pero algunos de sus enfoques niegan que la filosofía tenga un campo propio y la restringen a ser una exploración de los límites y confusiones del lenguaje, considerando que no hay verdaderos problemas filosóficos sino sólo malentendidos lingüísticos que deben ser disueltos. La filosofía analítica se abonará a este enfoque, cifrando en la renuncia al reconocimiento de un campo propio de conocimiento para la filosofía la superación de la especulación metafísica no fundamentada.

Otra forma de filosofía adjetiva sería la filosofía espontánea, desarrollada en torno a los distintos saberes científicos. Cuando los practicantes de las ciencias rebasan la enunciación de las verdades categoriales propias de sus disciplinas y tratan de extraer sus implicaciones en la comprensión general de la realidad, o cuando desarrollan especulaciones sobre cuestiones en las que no hay datos ni bases empíricas, despliegan consciente o inconscientemente reflexiones de corte filosófico.

Desde la concepción materialista de la filosofía, a la que me abono, es un saber que tiene un campo característico de trabajo: los sistemas de ideas que constituyen las bases del pensamiento de las diferentes sociedades y grupos humanos.

Las ideas son contenidos objetivos de las culturas humanas que se generan a partir de los conceptos con que las comunidades humanas, a través de las técnicas y los otros ámbitos de su actividad, definen y categorizan los diferentes aspectos de la realidad. Los conceptos nos brindan las definiciones asociadas a las palabras, teniendo una dimensión lingüística, la intensión de los términos de lenguaje, y una dimensión psicológica, en tanto que, al aprender a servirse de ellos, los sujetos los asimilan, generando así una representación mental. Pero lo sustancial es que los conceptos son siempre relativos a un ámbito específico de actividad, a un campo técnico, artístico, científico, etc.

Así, por ejemplo, el concepto jurídico de libertad hace alusión a una serie de derechos reconocidos en los ordenamientos constitucionales, relacionados con la facultad del sujeto para decidir cómo actuar y pensar de forma responsable. Pero ese concepto de libertad nos remite a una serie de fundamentos antropológicos y ontológicos; la capacidad del sujeto para autodeterminar su conducta u obrar de forma autónoma, que tienen que delinearse a través de condicionantes biológicos, psicológicos, sociales y políticos. Esos fundamentos pueden ser abordados desde diferentes perspectivas que dan lugar a diferentes concepciones, contrapuestas entre sí, sobre la libertad, que a su vez influyen sobre los desarrollos legislativos y los procesos históricos de los que han brotado.

Las ideas surgen a partir de los conceptos técnicos, científicos o morales. Cuando los conceptos desbordan el ámbito en el que brotan, porque suscitan cuestiones de fundamento que obligan a una reflexión que traspasa el campo de origen, o cuando se aplican por analogía en otros ámbitos disciplinares, los conceptos originan ideas. Las ideas son transversales a varias disciplinas y expresan los supuestos ontológicos que laten tras ellas. Volviendo al ejemplo de la libertad jurídica, la comprensión de lo que sean los derechos relacionados con la libertad nos obliga a considerar otros saberes como la psicología, la sociología, la antropología o la historia, a través de los que se va modulando la idea de libertad.

Las ideas expresan la tensión e interdependencia entre los conceptos de diferentes disciplinas y su evolución histórica. De esta forma, la filosofía es siempre un saber de segundo grado, de carácter reflexivo: no puede haber filosofía sin una base de conceptos generados a partir de la categorización que los saberes técnicos y científicos hacen de la realidad; es el despliegue de estos conceptos, merced al desarrollo de las sociedades humanas, el que propicia la cristalización de las ideas. So pena de tornarse palabrería huera o especulación infundada, la filosofía ha de tomar pie para su trabajo de reflexión, en el nivel de desarrollo de las ciencias y las técnicas, y las ideas que en torno a ellas se destilan.

Desde esta perspectiva, la filosofía no es puro asombro, asimilable simplemente a la actitud psicológica del niño que inquiere respuestas; aunque ciertamente puedan trazarse paralelos. Sócrates, por ejemplo, ejercía su actividad de cuestionamiento sobre los conceptos de virtud, verdad, belleza o justicia propuestos por el desarrollo de la poesía, las instituciones políticas atenienses y las artes retóricas; buscaba que sus interlocutores, mediante el método del diálogo y la estrategia de preguntas y respuestas, tomasen conciencia de la insuficiencia de sus propias doctrinas y fuesen capaces de percatarse de las alternativas teóricas, avanzando hacia concepciones más depuradas mediante un ejercicio crítico.

Las ideas son generadas a partir de la actividad de las comunidades humanas y sus diferentes ámbitos de actividad; especialmente, de los saberes científicos y técnicos sobre los que se articula la estructura productiva y el tejido institucional de cualquier sociedad política compleja. Son las propias comunidades humanas, fragmentadas en sociedades políticas, estructuras de clase y ámbitos profesiones, y hoy interconectadas polémicamente en un sistema-mundo internacional que se adentra en la II Guerra Fría, las que engendran las ideas, de la misma manera que las comunidades hablantes generan el lenguaje. Es lo que Kant llamaba la acción legisladora de la razón, sobre la que tiene que trabajar la filosofía académica.

En atención a todo lo dicho, identificar sin más la filosofía con el pensamiento resulta erróneo y confuso. Todo ser humano piensa en la medida en que está dotado de sistema nervioso central y funciones cognitivas; aun cualquier animal con sistema nervioso complejo es capaz de analizar su entorno y desplegar conductas adaptativas no fijadas instintivamente como respuesta.

Por supuesto, “pensar” hace alusión a la reflexión del ser humano sobre los conceptos e ideas en que ha sido socializado y tiene asimilados, así como la capacidad de usarlos competentemente en actividades productivas, desarrollos teóricos o en el marco de sus interacciones sociales. El mecánico piensa de forma sofisticada cuando trata de detectar una avería y, particularmente, cuando ocasionalmente tiene que suplir las carencias de los procedimientos habituales ante algún desafío profesional que pueda presentársele.

La filosofía no arranca de la experiencia aislada del sujeto, sino de la experiencia troquelada por todo el sistema de saberes que constituyen el bagaje de las sociedades, que van reordenando y engrosando el sistema de ideas históricamente configurado. La reflexión filosófica consiste en recorrer la urdimbre de las ideas, mostrando sus interconexiones y su dependencia con respecto a los saberes de primer grado que las engendran, para, finalmente, reconstruirlas exponiendo el sistema de alternativas que quepa a la hora de fundamentarlas. Si nos fijamos de nuevo en la idea de libertad, que va cuajando a través del Derecho, la psicología y las ciencias sociales, veremos que la concepción liberal de la libertad difiere de la republicana, de la visión socialista o de la escolástica, al tiempo que esas concepciones son interdependientes, puesto que se niegan y confrontan entre sí, conectándose con otras ideas como la de persona o la de justicia.

 

¿Por qué mantener la filosofía en el sistema educativo?

Por todo lo dicho, el sentido de la presencia de la filosofía, como disciplina académica, en los centros de Educación Secundaria y Bachillerato es proporcionar al alumnado una visión integradora, de conjunto, de los diferentes aspectos de la realidad roturados por las disciplinas científicas, técnicas, artísticas, psicológicas, políticas o morales. Pero no se trata de reducir la filosofía a una suerte de saber enciclopédico; sino de entender que, si el campo de trabajo de la filosofía son las ideas generadas por la actividad vital humana en sus diferentes aspectos y a través de los diversos saberes, al analizar las implicaciones de los diversos saberes en nuestra comprensión general de la realidad, como una actividad crítica que revisa permanentemente sus propios planteamientos y sitúa dialécticamente las diferentes alternativas doctrinales, la filosofía se nos presentará como un saber de segundo grado, en el que solo puede empezar a avanzarse cuando se parte de la base de las otras disciplinas.

Situar las preguntas sobre la estructura y articulación de la realidad, las bases ontológicas, las preguntas sobre los fundamentos del saber humano en sus diversas vertientes y el sentido de la verdad o las preguntas sobre el sentido de la existencia humana. Todos esos planos, ontológico, político-ético, antropológico o epistemológico, se vertebran a través del sistema de ideas que componen las bases de nuestro pensamiento social e histórico. Y por ello, la filosofía debe tratar de dar herramientas para que el alumnado pueda desplegar una reflexión mínima sobre los diversos saberes y actividades que componen su entorno vital y formativo, así como de los sentimientos y emociones que configuran su vida íntima, en conexión con su ser social. Finalmente, la filosofía es una disciplinan clave para el ejercicio de la ciudadanía en el marco de la sociedad democrática, puesto que sistematiza las alternativas acerca de las ideas políticas y los valores cívicos, permitiendo enjuiciarlas y posicionarse en torno a ellas.

Ovidio Rozada es licenciado en Filosofía por la Universidad de Oviedo, directivo de la Sociedad Cultural Gijonesa y profesor de enseñanza secundaria en Corvera, un concejo próximo a la ciudad de Avilés.