¿Socialismo en España?

¿Qué se quiere decir con socialismo y más concretamente socialismo en España? ¿Hay ventana de oportunidad para un socialismo en España en la actual fase histórica? Si no lo hay, ¿qué hacer en el mientras tanto? Pasen y lean.

¿Qué socialismo?

A bote pronto, plantear el socialismo en España, además de parecer una cosa de otra galaxia, lleva a la mayoría a mirar al PSOE; es decir, a la socialdemocracia (o el socioliberalismo). No a las formaciones a su supuesta izquierda que no utilizan el término, concepto o idea del socialismo en ningún caso. Estos nos hablan de “democracia”, “feminismo”, “ecologismo”, “derechos humanos”, “pueblos”, “LGTBIQ”, etc… Lógicamente, cuando reflexiono sobre el socialismo en España, no lo hago mirando al PSOE.

Ya Marx y Engels en el Manifiesto Comunista señalaban y criticaban diversos socialismos que consideraban erróneos frente al suyo. Desde aquí, siguiendo a Marx, parto del “socialismo” como un sistema basado en unas relaciones sociales de producción, y por ende un modo de producción, en donde los trabajadores son la clase dominante y dirigente, y con ello también lo son de una formación social (un Estado) determinado. También siguiendo a Marx, considero que el socialismo es un imposible sin un desarrollo capitalista que lo posibilite. Digo además “socialismo” porque, frente a Marx en la Critica al programa de Gotha, no considero el “socialismo”, que decía Lenin, o el “comunismo en su fase inferior”, que es como lo llamaba Marx, una mera transición al comunismo final o en su fase superior, sino un modo de producción estricto sensu frente al imposible comunismo final. Es decir, en el “socialismo” del que hablo seguirá habiendo dominación y explotación, división social y técnica del trabajo, Estado y clases sociales. La cuestión es cómo deberían ser todas esa jerarquías frente a cómo son en el capitalismo, al igual que cómo son las mismas en el capitalismo frente a cómo eran en el feudalismo, etc.

Ese “socialismo” debe, para ser más exactos, llamarse estatismo (y cercano al, aunque más desarrollado que, el llamado modo de producción “asiático/tributario/despotico comunal”, al que también se podría definir como estatista antiguo), ya que en este modo de producción son las relaciones de producción estatistas las determinantes, dominando a otros modos de producción como el capitalismo en una híbrida y compleja estructura económica. Por ese motivo, son los que controlan el Estado (en sus diversos aparatos y ramas, desde las militares hasta las judiciales o las económicas, entre otras) los que constituyen la clase dominante. Esa clase, por su posición en la estructura económica y política/jurídica/ideológica en las formaciones sociales de nuestro tiempo, solo puede estar compuesta por trabajadores asalariados, ciertamente, pero no nutrida por el proletariado de Marx, sino por la clase profesional y directiva asalariada. Esa es, precisamente, la clave del éxito del estatismo (socialismo) chino. Así, el hecho de haber sido auténticamente una “dictadura del proletariado”, es la clave que explica la caída del estatismo (socialismo) de la URSS.

Una vez aclarado qué se entiende y se propone por “socialismo”, pasemos al aterrizaje de las posibilidades del socialismo en España en la fase histórica en la que nos encontramos.

¿Qué fase histórica?

Arrancamos con una tesis fuerte: la historia es la historia de la lucha entre imperios, y el imperio que se impone, y precisamente por ello, es el que hace y continúa la historia. Dicho de otra manera: la historia es la historia de las sucesivas clases dominantes dentro de un modo de producción determinado con potencial para desarrollar las fuerzas productivas de cada etapa histórica, siendo a través de los imperios como se universalizan esas clases dominantes (y las subordinadas) de esos modos de producción y las fuerzas productivas desarrolladas por los mismos. Tesis fuerte, pues, a través de la cual se puede renovar el materialismo histórico de Marx.

Si eso ha sido así con los modos de producción precapitalistas (especialmente el esclavista y el feudal, no tanto así el estatista antiguo o “asiático/tributario/despótico comunal”), también lo es, y en mayor medida, con un modo de producción capitalista estructuralmente más dinámico y expansivo que ninguno de los existentes previamente, y por supuesto con un modo de producción poscapitalista que parte de lo logrado por el capitalismo, como el socialismo (estatismo) que pretende superar/subordinar al modo de producción capitalita.

Por ello, nuestra fase histórica actual se caracteriza (y se caracterizará) no por una “desglobalización”, sino por un choque entre globalizaciones. Es decir, por el choque entre dos imperios: el capitalista norteamericano y el estatista chino. Y es precisamente por la globalización del imperio chino, tan diferente a la expansión soviética en el campo socialista (la acumulación de fuerzas desde el contraataque que supuso la derrota de ejército nazi alemán hasta la expansión por la Europa del Este) por sus características centrípetas y ejemplaristas, a lo que se suma su escala geográfica: la de un Estado-continente-civilización equiparable a Estados Unidos, Rusia o India, y que solo puede ser igualada a través de la unión de diferentes Estados nacionales. En realidad, nunca pudo existir en el pasado, ni menos ahora, un socialismo en un solo país: solo cabe el socialismo, o el estatismo, en una alianza supranacional-estatal.

Es ahí donde se encuentra atrapada estructuralmente la posiblidad de un socialismo en España, atrapada entre una espada balcanizadora por un lado y una pared europeísta-atlantista por el otro. Concretamente, atrapados en la UE, que es sin duda la alianza supranacional-estatal más desarrollada que existe en todo el mundo, pero a la vez con una debilidades y contradicciones estructurales de primer orden. La UE no tiene ni tendrá un demos en el que apoyarse (el hecho de que la lingua franca sea la del Estado que la ha abandonado, el inglés, lengua también del imperio yanqui, lo dice todo). Se trata de un constructo conformado por Estados-nación con muy diferentes trayectorias históricas, de enfrentamientos seculares entre ellos. La UE es un cementerio de elefantes de antiguos imperios con diferencias sustanciales: las diferencias estructurales de lo que fue el imperio español respecto a los imperios europeos del XIX y XX son evidentes, excepto para los muchísimos cegados por la leyenda negra. Los Estados herederos de esos imperios se encuentran organizados jerárquicamente en torno a la reunificada Alemania, que utiliza a la UE como palanca para conformar un IV Reich (los anteriores, incluido el tercero, también querían una Unión Europea), y están a su vez subordinados al imperio estadounidense a través de la OTAN, en las batallas habidas o por venir frente a China o Rusia. En resumidas cuentas, y frente a Ortega: Europa no es la solución.

Dos dinámicas condicionan la evolución de España como Estado-nación y las posibilidades de alcanzar el socialismo. Por un lado, su inserción subordinada en un bloque supranacional en el que nuestros socios y aliados (anglos, franceses, germánicos o centroeuropeos, nórdicos, etc.) son enemigos históricos y actuales. Por el otro, la deriva federalista asimétrica confederalizante, empujada por los nacionalismos periféricos. Ambas, digo, debilitan al máximo la posibilidad del fortalecimiento del Estado-nación Español a todos los niveles, y concretamente el económico, como condición de posibilidad para poder no sólo desarrollar más y mejor las actuales fuerzas productivas (la tan mentada reindustrialización o cambio del modelo productivo), sino la posibilidad de insertarnos en otro bloque supranacional relacionado con nuestra historia, la de la primera globalización, en la que tuvimos como partenaire a China. Y ante esta disyuntiva, esta jaula de hierro en la que estamos metidos, ¿qué hacer?

¿Y mientras tanto?

Aquí, siguiendo a Gramsci, solo cabe tener el pesimismo de la inteligencia frente al optimismo de la voluntad. Ese pesimismo de la inteligencia nos permite ver que el desarrollo de las actuales fuerzas productivas necesita, como marco general, un “Estado emprendedor y de inversión social”. Este marco general puede materializarse según las correlaciones de fuerzas internas y externas en diferentes modelos; grosso modo, uno más blando, reproductor del capitalismo, y otro mas duro, superador/dominador del mismo. El blando es el que parece podrían ir Estados Unidos y la UE, con una especie de capitalismo semáforo que es, por lo tanto, lo que le tocaría a España. Es por ahí hacía donde apunta el sanchismo-yolandismo. El duro es el modelo estatista/socialista chino que, curiosamente, estaría aplicando exitosamente con mano de hierro (y precisamente por ello) el modelo socialista al que  apuntaba lo que en su día se llamó “eurocomunismo”.

Parece evidente que, salvo imprevistos o contingencias de profundo calado, la tendencia en España es hacía ese capitalismo semáforo patrocinado por los fondos europeos y las condiciones de la Unión Europea, todo ello hegemonizado por la izquierda sanchista-yolandista en la alianza con nacionalistas periféricos y, quizás también, con la aparición de las plataformas de la “España vaciada” frente a una derecha, PP y VOX, con gran caudal de votos, pero sin posibilidad de alianzas más allá de ellos y, por lo tanto, sin poder gobernar aunque se quedaran a poco de ello. Una derecha anclada en un trasnochado e ineficaz neoliberalismo, así como en la misma subordinación a los actuales bloques supranacionales en los que, de manera subordinada, se encuentra España, todo ello por mucha bandera nacional que enarbolen o se pongan como muñequera.

Ante este probable escenario, ya no sólo a corto sino a medio plazo, hay dos alternativas: una aparentemente realista, pragmática y posibilista es la de apoyar más o menos críticamente a la izquierda realmente existente y dominante y más concretamente al yolandismo en construcción; la otra es la de posicionarse frente a eso por sus inconsistencias y debilidades endémicas para ir más allá de una mera gestión del capitalismo y, siguiendo a Gramci, tirar de unas migajas del optimismo de la voluntad para, con estoica paciencia en una travesía del desierto, sin prisas pero sin pausa, ir fabricando una caja de herramientas teóricas que pudieran servir como raíces, llegado el momento y sin ninguna garantía de que eso pueda ser así (más bien lo contrario), para que pudieran crecer, como un imponente árbol, fuerzas políticas y sociales que plantearan el socialismo posible, identificando correctamente las clases sociales necesarias detrás del mismo y el bloque supranacional en el que insertarlo. Es fácil ver si se ha llegado a esta parte final del artículo la alternativa que modestamente se apoya.

Javier Álvarez Vázquez es obrero (auto)ilustrado, técnico de sonido, diseñador gráfico, repartidor de propaganda, camarero, comercial, y desde hace unos años empleado en la FSC CCOO Madrid. Quinta del 72, marxista sin comunismo a la vista para nada, comunista sin partido; por lo tanto, un Ronin o un samurai sin señor, viejo rockero hasta el fin. Presidente de la Asociación La Casamata y director de la revista La Casamata.