Manifiesto

I.

El ideal de una sociedad sin clases y sin discriminaciones de ningún tipo es la pasión que ha movido a millones de personas en todo el mundo en los últimos dos siglos.

Ese ideal está en franca decadencia desde el fracaso de los proyectos políticos que lo encarnaban. Intervinieron en ese proceso sus propias contradicciones (ya que en no pocos casos se convirtieron en los mejores administradores del capital) y el éxito de la contrarrevolución conservadora y neoliberal. Hoy, esa decadencia se acelera debido a la multiplicación de las desigualdades y la proliferación de identidades a cada cual más impostada.

En los que sobrevive, destaca la gigantesca China como alternativa para ser gran potencia mundial. Paradójicamente, China encarna más bien lo que diversos analistas sociales señalan como una regularidad de la historia en cuanto a que es una nueva clase la que está al mando, y esta no es la que, supuestamente, iba a heredar la tierra después de su liberación.

En cualquier caso, ese ideal no deja de ser una pasión alegre, que diría Spinoza; un horizonte que ha de ser mantenido por mucho que se aleje según se camina hacia él, aunque sea para no perderse en el bosque o acabar cayendo en un barranco.

II.

Pero la pasión necesita ser razonada y basarse en lo material, solo así puede proporcionar el arma de la crítica para después, eventualmente, pasar a la práctica política.

La pasión es necesaria para arrojar luz sobre las nuevas estructuras de clases, el papel del Estado y la nueva escala geográfica en que se juega la partida; esto es, la dialéctica entre potencias imperiales y los posibles nuevos órdenes o renacidos viejos órdenes mundiales que pueden emerger. La pasión es necesaria para comprender las nuevas fuerzas productivas y las relaciones de producción más acordes para desarrollarlas, así como todas las estructuras jurídicas, políticas, legales e ideológicas que retroalimentan y estabilizan las nuevas estructuras económicas.

Esa pasión ha de ser materialista y muy realista. Necesariamente, deberá deshacerse de muchos mitos y patrañas que asolan a eso que en nuestro tiempo aún se llama izquierda.

III.

Para desmitificar y acabar con los mitos del hemisferio izquierdo realmente existente de nuestro tiempo, hay que saber mirarlo con los ojos bien abiertos, asumiendo que no deja de ser una nebulosa ideológica dominada por la ausencia de análisis materialistas, sustituidos por la posmodernidad identitaria, fragmentaria, subjetivista e individualista, que actúa en concordancia con la deriva del capitalismo actual. Todo ello da viabilidad a un nuevo bloque de clases dominantes dentro de un nuevo ciclo de acumulación capitalista en Occidente, una posible nueva revolución pasiva que haga frente al gigante chino.

Para ello es necesario ubicar el arma de la crítica materialista en una resistente casamata. Desde ahí, se pueden plantear los fundamentos teóricos para que quizás, y sólo quizás, se pudiera levantar con ellos un proyecto político sólido si las circunstancias acompañan, para así encarnar, de manera razonada y a la altura de los tiempos, esa pasión alegre, ese ideal regulativo que hace dos siglos recibió diversos nombres: socialismo, comunismo… pero que, como dijeron Marx y Engels, solo podía ser consecuencia del
“movimiento real que anula y supera el estado de cosas partiendo de las premisas existentes”.