¿Hacia una nueva Rusia pardiroja?

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La invasión y guerra de Ucrania están trayendo irremediables cambios en la fisonomía interna de Rusia, que ya está sufriendo una reestructuración interna que dará paso a un país cimentado sobre un modelo ideológico-programático que podríamos denominar "pardirojo".

La invasión y guerra de Ucrania tiene derivadas económicas y geopolíticas que exceden con mucho las fronteras de los dos estados en conflicto y envuelven prácticamente todo el planeta. Pero evidentemente también tienen y tendrán efectos en esos dos Estados. En el caso de Ucrania, es claro el destrozo económico y la gran posibilidad de pérdidas territoriales; en el de Rusia, las sanciones económicas, así como la ruptura de las relaciones en diferentes sentidos y niveles con el llamado “occidente”, le están trayendo y le traerán irremediables cambios en su fisonomía interna, los cuales podrían estar llevando, ya ahora, y aún más en un medio plazo, a una reestructuración interna que dé paso a una Rusia cimentada sobre un modelo ideológico-programático que podríamos denominar pardirojo. Pero antes de entrar en ello, vamos a coger un par de atajos como hilo introductorio.

Primer atajo: imperios, terceras clases intermedias y (un revisado) materialismo histórico

A mi juicio, el materialismo histórico de Marx debe ser revisado en dos puntos fundamentales que han funcionado como sendas regularidades históricas: una de ellas tiene que ver con las clases y la otra con el Estado; concretamente, con un tipo de Estado muy particular: el imperio.

En el tema de las clases, si podemos descubrir alguna regularidad histórica en la sucesión de las clases dominantes, no lo encontraremos en la clase dominada de un modo de producción que se convierte en la clase dominante del modo de producción siguiente, sino en una tercera clase intermedia (tercera e intermedia entre las dos clases polarizadas de un modo de producción determinado) que se va formando, por ejemplo, en los intersticios de un modo de producción (la burguesía en los burgos o ciudades del modo de producción feudal) o como consecuencia del propio desarrollo de un modo de producción (la clase profesional y directiva asalariada en el capitalismo avanzado). Dicho de otro modo, los esclavos del modo de producción esclavista no fueron la clase dominante del modo de producción feudal, así como los siervos del modo de producción feudal no fueron la clase dominante del modo de producción capitalista y los proletarios del modo de producción capitalista no serán la clase dominante de un potencial modo de producción poscapitalista, siendo la mayor prueba de esto el fracaso de la URSS y la emergencia de China.

La otra regularidad histórica que podemos entrever es la palanca por la cual se expanden los modos de producción con sus clases dominantes y subordinadas estructuradas en relaciones de producción con la potencia para el desarrollo de las fuerzas productivas. Esa expansión ha venido a partir de la potencia imperial de una formación social, o Estado, a través de la conquista o la guerra, la diplomacia, el comercio, etc… o de una mezcla de todo ello. Potencia imperial de una formación social o Estado que se debe, precisamente, al modo de producción dominante en su estructura económica, que le caracteriza y le hace desarrollar las fuerzas productivas a un nivel mayor y mejor que el resto. Un par de ejemplos a vuelapluma: el modo de producción esclavista nace y se vuelve dominante en las polis griegas, pero llega a su máxima expansión a través del Imperio romano; el modo de producción capitalista da sus primeros pasos de manera embrionaria en las ciudades-Estado italianas del medievo, pero se vuelve dominante y se expande a través del mundo anglosajón: del Imperio británico, primero, y estadounidense después, a todo el planeta en los últimos 250 años.

Segundo atajo: del fin de la URSS a Putin

La Unión Soviética fue también un Imperio a través del cual se expandió un modo de producción que, más que socialista, prefiero, por honrar la realidad de la cosa, llamar estatista, y cuya clase dominante fue, sí, el proletariado, un proletariado extraído de la gran masa poblacional campesina que formaba la base social del Imperio ruso de los zares. Pero el desarrollo de ese estatismo o “socialismo real” trajo consigo la formación de otra clase que se sentía (y estaba) subordinada a ese proletariado: la burocracia, que dirigía el complejo partido/Estado (son evidentes los orígenes sociales obreros de Jruschov y Brézhnev, por ejemplo). Esa clase era la clase profesional y directiva asalariada que verá su oportunidad tanto a nivel generacional (“Generación Komsomol”) como social para destronar a esa clase proletaria y ocupar su lugar como clase dominante a través de Gorbachov (el primer titulado universitario que ocuparía el puesto de Secretario General del PCUS) y su perestroika y glásnost.

Gorbachov, el último eurocomunista, fracasó en ese proyecto de salvamento y cambio de la URSS, y con ello también fracasó su proyecto de unificación del Imperio soviético con la entonces CEE en la llamada “casa común europea”. En su lugar vino la era Yeltsin: la desmembración de la URSS, la brutal acumulación primitiva de capital que traerá a la escena a los oligarcas, la traición a la palabra dada a Gorbachov sobre la OTAN y, en definitiva, la conversión de Rusia en un país debilitado y periférico con respecto a “occidente”.

La llegada de Putin a la jefatura del Estado marca también el segundo intento de la clase profesional y directiva asalariada para convertirse en clase dominante (ahora no frente al proletariado, como en la URSS, sino frente a los oligarcas capitalistas de la Rusia postsoviética) para, de nuevo, intentar salvar el país. En buena medida, todo el mandato de Putin se puede resumir en la formación de un nuevo bloque en el poder fundamentado en un suigéneris capitalismo de Estado silovikí que, a nivel externo, fue mutando de un intento de continuar en la órbita “occidental”, en la que entró con Yeltsin, pero tratado no como un subordinado sino un igual, a ir rompiendo esa geopolítica por la fuerza de los hechos tras las ampliaciones de la OTAN hasta sus propias puertas, las revoluciones de colores en su antiguo espacio territorial… y, por lo tanto, separándose y enfrentándose cada vez más con el mundo occidental, girando claramente hacía el eurasianismo – China, India, Irán y el espacio económico euroasiático. En ese contexto se enmarca la situación actual de la invasión y guerra de Ucrania, con todas sus consecuencias geoeconómicas-políticas.

Pardirojismo euroasianista. Dugin y Glazyev

Permítanme este cambio de factores que altera el producto. Ya sabemos ese debate que una y otra vez vuelve a las redes sociales (y que a mi juicio es erróneo y desenfocada) sobre el llamado rojipardismo. Partiendo de ese pseudoconcepto, o más bien etiqueta (que intenta ser) descalificadora y estigmatizadora, le damos la vuelta como a un calcetín y recorremos el camino de una izquierda de derechas (rojipardos) a una derecha de izquierdas (pardirojos).

El principal personaje representativo de esta tendencia en Rusia es, sin ninguna duda, Aleksandr Dugin. Seguidor y adaptador para Rusia de la corriente teórica de la nouvelle droite de, entre otros, Alain de Benoist, este hombre, al que los grandes medios dibujan como un rasputin (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-61098068 )con enorme poder de influencia sobre Putin, estaría en realidad ahora viviendo la posibilidad real más que nunca de influencia profunda en la clase dirigente rusa tanto de sus teorías “nacionalbolcheviques” en lo interno – una política económica más estatista y antiliberal junto a un nacionalismo granrruso imperial tradicionalista – como en sus teorías eurasianistas a lo externo: la construcción de un gran espacio posnacionalestatal eurasiático que englobe a Rusia, Bielorrusia, Asia Central, parte de Ucrania (el Imperio ruso, la URSS) y que, a la vez, se conecte con el proyecto de la globalización china y con India, Pakistán, Irán, etc., en un mundo multipolar en donde el planeta giraría alrededor de esa Eurasia; una geopolítica de los “grandes espacios”, la de Dugin, muy influenciada por la secular lucha entre las potencias del mar, o imperios talasocráticos, y las potencias de la tierra, o imperios telurocráticos, a lo Carl Schmitt.

Pero más allá del muy mediático Dugin, y también desde una perspectiva más materialista y anclada en la economía política y no en la filosofía de raigambre idealista de Dugin (el tradicionalismo de Evola, el “Dasein” de Heidegger), tenemos a otro personaje que, al igual que Dugin, y también debido a la coyuntura podría estar pasando de un lugar periférico a otro central, aunque sea mucho menos conocido y mentado: Sergey Glazyev. A diferencia de Dugin, Glazyev ha sido un actor político desde los años noventa, asesor económico de Putin y, en los últimos tiempos, ministro para la integración eurasiática. Sus análisis económicos, basados en la teoría de las ondas de acumulación capitalista Kondratieff, con resabios marxistas, unido a una concepción geopolítica también económicamente estatista, y geopolíticamente granrrusa y eurasiática, le colocan, a mi juicio, dentro de esa especie de pardirrojismo a lo ruso.

La cuestión central que hace que analistas, ideólogos o intelectuales como estos puedan estar pasando de posiciones no centrales a otras de gran influencia en la clase dirigente rusa – es decir, en convertirse en “intelectuales orgánicos” – se debe ya no solo a la guerra de Ucrania, que evidentemente está acelerando todo esto, sino a la toma de conciencia, desde los principios de la segunda década del presente siglo XXI, por parte de la clase profesional y directiva asalariada rusa putinista, de que la única manera de consolidarse como la clase hegemónica en Rusia, a la vez que consolidarla como potencia mundial, con auténtica voz y voto en el concierto internacional que se estaría delimitando en la lucha entre la globalización USA/aliados vs. globalización china, solo podrá producirse a través de este cemento ideológico-programático: un nacional-conservadurismo-estatista-imperial eurasiático, o pardirrojismo. Esto es, lo que Marx y Engels llamaron “socialismo reaccionario” encarnado en esa Rusia que el barbudo alemán vio como la guardiana de la reacción en el siglo XIX y que acabó siendo la primera encarnación de su socialismo en el siglo XX. La invasión y guerra de Ucrania no sería más que la consecuencia, y a la vez el acelerador, de esta nueva Rusia en marcha.

La proposición contenida en la introducción de la Crítica de la Economía Política, respecto a que los hombres toman conciencia de los conflictos de la estructura en el terreno de las ideologías, debe ser considerada como afirmación de valor gnoseológico y no puramente psicológico y moral.

Antonio Gramsci.

Javier Álvarez Vázquez es obrero (auto)ilustrado, técnico de sonido, diseñador gráfico, repartidor de propaganda, camarero, comercial, y desde hace unos años empleado en la FSC CCOO Madrid. Quinta del 72, marxista sin comunismo a la vista para nada, comunista sin partido; por lo tanto, un Ronin o un samurai sin señor, viejo rockero hasta el fin. Presidente de la Asociación La Casamata y director de la revista La Casamata.

Referencias

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