Editorial: El semáforo español

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En la estrategia España 2050, el futuro que se prevé es una especie de distopía propia del "progresismo" socio-liberal predominante. Urge una alterantiva verdaderamente de izquierdas.

– No me importa mucho el sitio… – dijo Alicia.

– Entonces no importa mucho el camino que tomes – dijo el gato.

Diego Rubio, director de la Oficina de Prospectiva y Estrategia del Gobierno de España, citó este párrafo de Alicia en el país de las maravillas en su presentación del documento España 2050. Tanto el título del libro citado como la propia cita parecen venir como anillo al dedo para el trabajo presentado. Sin duda es positivo que un gobierno intente escapar del ruido diario y del cortoplacismo que domina la política española, y que, con ello, también intente mirar al largo plazo de cara a planificar las mejores políticas públicas para el país. Pero evidentemente ese pensar con las luces largas y no viendo los árboles sino el bosque, no puede estar exento de unos fundamentos teóricos, ideológicos y filosóficos que sirven de herramientas para hacer esa prospectiva que luego guíe los planes y programas gubernamentales.

En el caso de España 2050, el futuro que se prevé y se propone es una especie de distopía-utopía (no comer carne, nada de avión, coches eléctricos, pensiones privadas ocupacionales, envejecimiento activo, cohousing, autónomos todos o quizás todes…) propia del “progresismo” socio-liberal predominante en el principal partido del gobierno, el PSOE, que se resume en lo que podríamos llamar un capitalismo semáforo, por los tres colores – verde, rojo, amarillo – de los verdes, socialdemócratas y liberales que podrían formar gobierno en Alemania tras las próximas elecciones, previstas para septiembre de este año. Y lo de Alemania viene al pelo ya que realmente no es en el 2050, sino desde este 2021 y los años venideros, en los que sí podemos alcanzar a ver a una España que va a seguir ocupando un lugar muy similar al actual en la división internacional del trabajo en el IV Reich, más conocido como Unión Europea. Es decir, mucho ladrillo (pero verde que te quiero verde) tanto para rehabilitar casas como para nuevas construcciones y con alquiler social “asequible”; turismo y hostelería, por supuesto, copas y fiesta para los extranjeros; muchos cuidados, con empresas viendo la oportunidad de negocio en esto; algo de coche eléctrico y más de energías renovables como industria; mucha Oferta Pública de Empleo (OPE), ya que hay que renovar al envejecido funcionariado y dar salida a millennials y generación Z titulada; y, por supuesto, la frontera sur de la UE con la inmigración en general de África y en particular del chantaje de un Marruecos crecido y con el escudo del Tío Sam. Un poco, bastante, lo de antes; un poco, bastante, lo de siempre, pero con barnices verdes y feministas liberales; un poco, bastante, lo de antes y siempre, pero cuqui.

Acaso podamos empezar a definir el sanchismo como un felipismo 3.0, en donde los fondos de cohesión de los 80 y 90 serían ahora los fondos Next Generation, en este  caso para poner los raíles de la variante española de una posible nueva onda de acumulación capitalista o fase A Kondratieff que podría durar del 2021 a ese 2050. Esta onda “semáforo” en occidente, con los Estados Unidos de Biden y la posible Alemania verde, socialdemócrata y liberal (un perfecto tándem antichino y antirruso), sería el sumun para el “progresismo” que incluye no sólo al PSOE sino a la mayor parte de todo lo que dice estar a su “izquierda”.

Hora es que los que no somos “progresistas” empecemos a construir una alternativa teórica, ideológica, filosófica, económica, política y geopolítica a esta versión española del semáforo; hora de pensar con luces largas y mirando el bosque y no los árboles, pero no con los colores del semáforo, sino con el color rojo debidamente actualizado y frente a todo este nuevo estado de cosas.

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