Editorial: El laberinto de la lucha de clases en Francia

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En las próximas legislativas veremos si hay salida al laberinto en el que se encuentran, sobre todo, las clases y fracciones de clases perdedoras en Francia debido a su división en dos polos al parecer antitéticos en composición social y cemento ideológico-programático, frente al polo de las clases y fracciones de clases ganadoras.

Cuatro diferentes autores franceses (1, 2, 3 y 4), desde diferentes perspectivas y posiciones, han escrito libros y artículos desde hace tiempo sobre la lucha de clases en Francia. En esos textos, a pesar de sus diferencias, hay puntos en común sobre esta cuestión, que tendrían que ver con las tendencias estructurales de los últimos cuarenta años que han llevado a Francia a la desindustrialización, la polarización del mercado de trabajo –entre el trabajo poco o nada cualificado y el muy cualificado por el doble movimiento del aumento de la población con estudios superiores y la irrupción de las nuevas tecnologías–, el aumento de la inmigración, el envejecimiento de la población y la concentración de las oportunidades y riqueza en los clusters de las grandes ciudades y sus alrededores frente a medianas y pequeñas ciudades desindustrializadas y zonas rurales. Se trata de tendencias estructurales en común con otras formaciones sociales/Estados-nación capitalistas desarrollados pero con, eso sí, especificidades francesas.

Evidentemente, esto ha arrojado un resultado de clases (y fracciones de clases) ganadoras y otras perdedoras. Entre las ganadoras encontramos sectores burgueses cercanos a las finanzas, las grandes transnacionales, industrias y sectores punta high-tech; la clase profesional y directiva asalariada en todas sus fracciones, aunque más los del sector privado que el público –aunque también hay que decir que, en Francia, pese a recortes y privatizaciones, se sigue manteniendo un alto gasto público social y un importante sector público empresarial.

Entre las perdedoras encontramos a los sectores más jóvenes (y de la fracción sociocultural) de la clase profesional y directiva asalariada, la clase trabajadora en su conjunto, aunque en mayor medida el viejo proletariado industrial de las regiones desindustrializadas, y el nuevo proletariado de servicios de las grandes ciudades, en gran parte de origen inmigrante y residente en los banlieues y la burguesía media, además de la pequeña, sobre todo de las zonas más deprimidas del país.

Todo esto ha arrojado una conflictividad y división social, una lucha entre clases y entre fracciones de unas mismas clases, que en lo que va de siglo que ha dado lugar a huelgas, Nuit Debout, violencia en las banlieues, chalecos amarillos, derrota electoral del referéndum sobre la Constitución europea, la aniquilación político/electoral de los dos grandes partidos de izquierda y derecha y el surgimiento de dos polos.

El primero es el representante de las clases y fracciones de clases ganadoras, unificado en torno a la figura de Emmanuel Macron y su partido. El macronismo ha engullido primero a una buena parte de la base social del socialismo francés y, posteriormente, de la del conservadurismo. Todo ello con el cemento ideológico-programático de un liberalismo progresista europeísta, síntesis del centro-izquierda y del centro-derecha. Es el representante francés del semáforo europeo.

El segundo polo es el representante de las clases y fracciones de clases perdedoras, pero divididas en dos. La primera es la pata melenchonista, que aglutina cada vez más al electorado de izquierdas, concretamente los universitarios en curso o ya diplomados pero que no consiguen trabajar de lo suyo o trabajan en peores condiciones que las generaciones más mayores de esa clase profesional y directiva asalariada; el proletariado de servicios de origen inmigrante (Sahel y Magreb del Imperio colonial francés) de las banlieues, agrupados todos bajo el cemento ideológico-programático con un pie en la vieja izquierda socialdemócrata y comunista y otro pie en la nueva izquierda posmo-identitaria. La segunda es la pata lepenista, que agrupa a la Francia periférica de sectores de la burguesía media y pequeña y la pequeña burguesía junto a la clase obrera autóctona de las regiones desindustrializadas, agrupadas en el cemento ideológico-programático de un nacionalismo proteccionista xenófobo, o el llamado chovinismo del bienestar, que ha puesto bajo su paraguas desde una parte de gentes proveniente de la izquierda hasta no identificados con el eje izquierda-derecha, pasando por una gran parte de la derecha más dura.

El gran vencedor de esta situación laberíntica ha sido ya, por dos veces (más debilitado la segunda que la primera), el polo macronista de las clases y fracciones de clase ganadoras o bloque en el poder. Esto se debe a la estructura política de la quinta república gaullista, construida en su momento para frenar y aislar al Partido Comunista Francés (las dobles vueltas en todo tipo de elecciones: presidenciales, legislativas y locales), y que ahora fuerza a elegir a uno de los dos polos perdedores. Tanto en 2017 como ahora, el melenchonismo ha jugado ese papel por su relación de agua y aceite con el lepenismo.

Veremos qué ocurre en las próximas legislativas y el próximo quinquenio (último ya) de Macron. Veremos si hay salida al laberinto en el que se encuentran, sobre todo, las clases y fracciones de clases perdedoras en Francia debido a su división en dos polos al parecer antitéticos en composición social y cemento ideológico-programático frente al polo de las clases y fracciones de clases ganadoras, o bloque histórico en el poder, y su cemento ideológico-programático.

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